3 Jan 2016

Frases célebres, que não foram ditas pelos próprios

Sou engenheiro, e honesto.
Outros atribuem-lhe uma versão mais elegante
Sou um honesto engenheiro
Queira confirmar (segundo o jornal ABC) outros enganos célebres.


«Y sin embargo, se mueve». Esta es la frase que todo el mundo recuerda y que, por tradición, se ha atribuido siempre a Galileo Galilei (Pisa,1564 – Florencia, 1642), quien la habría pronunciado después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Inquisición. En realidad, Galileo nunca pronunció esa frase. Fue inventada por el escritor italiano Giuseppe Baretti en el 1757, con el objetivo de crear la imagen de una Iglesia oscurantista incapaz de abrirse a nuevos descubrimientos científicos. Así lo pone de relieve Adriano Ausilio, apasionado lector y estudioso de filosofía, quien con ahínco se dedica a cazar engaños literarios de todo tipo, en especial las atribuciones inexactas o falsas de frases célebres.
Cuenta el escritor Claudio Magris en el «Corriere» que Adriano Ausilio le ha advertido del riesgo que existe hoy en día sobre falsificaciones: «Con la llegada de internet y las redes sociales, se ha difundido una nueva tendencia: el uso incontrolado de las citas. Se adoptan, como buenas, frases famosas porque se han leído en alguna parte o se escuchan y transmiten por tradición, sin preocuparse de controlar su veracidad. La Red está llena de webs que contienen antologías de citas históricas y literarias. Y es ahí precisamente donde reside el error, porque esas citas no proceden de un conocimiento directo de los textos, sino de compilaciones no muy fiables», explica Ausilio.

Paternidad falsa


La paternidad de muchas de las más famosas frases se da por descontada, pero a menudo es falsa. Voltaire, uno de los principales representantes de la Ilustración, nunca dijo esta célebre frase que todo el mundo conoce y repite: «No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». La frase es fiel al pensamiento del escritor, historiador, filósofo y abogado francés, pero quien la escribió fue Evelyn Beatrice Hall, escritora británica, autora de una biografía del filósofo, en 1906, titulada «Los amigos de Voltaire».
No fue Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda nazi, el que pronunció una frase célebre contra la inteligencia: «Cuando oigo la palabra cultura, le quito el seguro a mi Browning». Algunos se la atribuyeron también a Millán-Astray, el fundador de la Legión. Pero el autor fue Hanns Johst, dramaturgo alemán nazi, quien la escribió en un texto de teatro. María Antonieta nunca dijo esta frase que se le atribuyó: «Si las masas no tienen pan, que coman pasteles». La frase ya se conocía en tiempos de Jean Jacques Rousseau, época en la que aún no había nacido la archiduquesa. Maquiavelo nunca dijo explícitamente estas palabras que todo el mundo emplea: «El fin justifica los medios». Estas palabras reflejan ciertamente su pensamiento, pero él nunca las pronunció.

Los ejemplos son casi interminables

«Madame Bovary soy yo», dicen que respondía Flaubert cuando le preguntaban por la identidad de ese personaje. Pero esa atribución es infundada, porque él nunca pronunció esa frase. Otra famosa expresión atribuida a Antonio Gramsci, «pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad», repetida siempre por los italianos, no es del fundador del Partido Comunista Italiano, sino del escritor francés Romain Roland.
En los periódicos y en los debates públicos, con las prisas que impone la actualidad, se acentúa el recurso a lanzar citas incisivas, sin consultar la enciclopedia, porque nadie va a leerse si realmente Julio César dijo «Vine, ví y vencí». Pero, como señala Claudio Magris, muchas citas se prestan, sin querer, a la falsificación. La paternidad de muchas de las más famosas frases se da por hecha, pero a menudo es falsa. Comienza su artículo el premio Príncipe de Asturias de las Letras (2004) subrayando que «Churchill dijo que los Balcanes producen más historias de las que podemos digerir. Es un bello inicio para un artículo. Pocas cosas como una cita ayudan a comenzar un escrito o a reforzarlo». Y con ironía, Claudio Magris concluye así su artículo: «Espero que haya sido realmente Churchill quien dijo esas palabras sobre los Balcanes…».

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